Efecto de la música en el cerebro
¿Qué le hace la música a
nuestro cerebro?
"Somos lo que somos con la música y por la música", argumenta el autor, neurólogo y neurocientífico
Los
seres humanos convivimos con la música en todo momento. Es un arte que nos hace
disfrutar de tiempos placenteros, nos estimula a recordar hechos del pasado,
nos hace compartir emociones en canciones grupales, conciertos o tribunas
deportivas. Pero eso que resulta por demás natural, se produce a través de
complejos y sorprendentes mecanismos neuronales. Es por eso que desde las
neurociencias nos hacemos muchas veces esta pregunta: ¿qué le hace la música a
nuestro cerebro?
La
música parece tener un pasado extenso, tanto o más que el lenguaje verbal. Prueba
de ello son los hallazgos arqueológicos de flautas construidas con hueso de
ave, cuya antigüedad se estima de 6.000 a 8.000 años, o más aun de otros
instrumentos que podrían preceder al homo sapiens. Existen diversas teorías sobre esta
coexistencia íntima con la música en la evolución. Algunas de estas se dieron
porque al estudiar la respuesta del cerebro a la música, las áreas claves que
se ven involucradas son las del control y la ejecución de movimientos. Una de
las hipótesis postula que esta es la razón por la que se desarrolló la música:
para ayudarnos a todos a movernos juntos. Y la razón por la que esto tendría un
beneficio evolutivo es que cuando la gente se mueve al unísono tiende a actuar
de forma más altruista y estar más unida. Algunos científicos, a su vez,
sugieren que la influencia de la música sobre nosotros puede haber surgido de
un hecho fortuito, por la capacidad de esta para secuestrar sistemas
cerebrales construidos para otros fines, tales como el lenguaje, la emoción y
el movimiento.
Escuchamos
música desde la cuna o, incluso, en el período de gestación. Los bebés, en los
primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a
una comunicación verbal de sus padres. Los sonidos musicales suaves los
relajan. Se sabe, por ejemplo, que niños prematuros que no pueden dormir son
beneficiados por los latidos de la madre o sonidos que los imitan.
La
música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida.
Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida, el sexo y las
drogas. Todos ellos son estímulos que dependen de un circuito cerebral
subcortical en el sistema límbico, es decir, aquel sistema formado por
estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales;
particularmente, el núcleo caudado y el núcleo accumbens y sus conexiones con
el área pre-frontal. Los estudios que muestran activación ante los estímulos
mencionados revelan un importante solapamiento entre las áreas, lo que sugiere
que todos activan un sistema en común.
Uno de
los fundadores del laboratorio de investigación Brain,
Music and Sound [cerebro,
música y sonido], en Canadá, el científico Robert Zatorre describe así los
mecanismos neuronales de percepción musical: una vez que los sonidos impactan
en el oído, se transmiten al tronco cerebral y de ahí a la corteza auditiva
primaria; estos impulsos viajan a redes distribuidas del cerebro importantes
para la percepción musical, pero también para el almacenamiento de la música ya
escuchada; la respuesta cerebral a los sonidos está condicionada por lo que se
ha escuchado anteriormente, dado que el cerebro tiene una base de datos
almacenada y proporcionada por todas las melodías conocidas.
Estas
memorias fueron la base para una original investigación,
liderada por Agustín Ibáñez y Lucía Amoruso, que realizó el Instituto de Neurociencias
Cognitivas (INECO) sobre mecanismos cerebrales que permiten anticipar acciones.
Nuestro cerebro constantemente trata de anticipar qué va a suceder. Para
analizar esto, les mostraron a expertos bailarines de tango vídeos en los que,
según el nivel de experiencia, pudieran prever (o no) cuándo otros bailarines
cometerían un error. Mientras ellos observaban, se registró la activación de
ciertas regiones del cerebro con electroencefalograma de alta densidad. Esta
investigación reveló que solo en los expertos, 400 milisegundos antes de que se
iniciara la secuencia, la actividad cerebral ya anticipaba que iba a ocurrir un
error. Existen circuitos en la corteza cerebral involucrados en la percepción,
codificación, almacenamiento y en la construcción de los esquemas abstractos
que representan las regularidades extraídas de nuestras experiencias musicales
previas. La construcción de expectativas y su posible violación es clave para
una respuesta emocional.
La
relación de la música con el lenguaje también es objeto de estudio. El
procesamiento del lenguaje es una función más ligada al lado izquierdo del
cerebro que al lado derecho en personas diestras, aunque las funciones
desempeñadas por los dos lados del cerebro en el procesamiento de diferentes
aspectos del lenguaje aún no están claros. La música también es procesada por
los hemisferios derecho e izquierdo. Evidencia reciente sugiere un
procesamiento compartido entre el lenguaje y la música a nivel conceptual. Pero
la música parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones
en lugar del significado tal como lo entiende el signo lingüístico.
Investigaciones muestran que lo que sentimos cuando escuchamos una pieza
musical es muy similar a lo que el resto de la gente en el mismo lugar está
experimentando. Por eso las melodías, en muchos de los casos, pueden trabajar
en nuestro beneficio a nivel individual, al modular el estado de ánimo e
incluso la fisiología humana, de manera más eficaz que las palabras. La
activación simultánea de diversos circuitos cerebrales producida por la música
parece generar algunos efectos notables: en lugar de facilitar un diálogo en
gran medida semántico, como hace el lenguaje, la melodía parece mediar un
diálogo más emocional.
El área de la salud se vale de la música con el fin de mejorar, mantener
o intentar recuperar el funcionamiento cognitivo, físico, emocional y social, y
ayudar a lentificar el avance de distintas condiciones médicas. La
musicoterapia, a través de la utilización clínica de la música, busca activar
procesos fisiológicos y emocionales que permiten estimular funciones
disminuidas o deterioradas y realzar tratamientos convencionales. Se han
observado importantes resultados en pacientes con trastornos del movimiento,
dificultad en el habla producto de un accidente cerebrovascular, demencias, trastornos
neurológicos y en niños con capacidades especiales, entre otros.
Los bebés, en los
primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a
una comunicación verbal de sus padres"
La música puede ser una herramienta poderosa en el tratamiento de
trastornos cerebrales y lesiones adquiridas ayudando a los pacientes a
recuperar habilidades lingüísticas y motrices, ya que activa a casi todas las
regiones del cerebro. Estudios de neuroimagen muestran que tanto al escuchar
como al hacer música se estimulan conexiones en una amplia franja de regiones
cerebrales normalmente involucradas en la emoción, la recompensa, la cognición,
la sensación y el movimiento. Las nuevas terapias basadas en la música pueden
favorecer la neuroplasticidad -nuevas conexiones y circuitos- que compensan en
parte las deficiencias en las regiones dañadas del cerebro. La música es física
y anima a la gente a moverse con el ritmo. Cuanto más destacado es el ritmo, más
radical y contundente el movimiento del cuerpo. El ejercicio físico puede
ayudar a mejorar la circulación, a proteger el cerebro y facilitar la función
motora. La música induce estados emocionales al facilitar cambios en la
distribución de sustancias químicas que puede inducir estados de ánimo
positivos y aumento de la excitación, lo que a su vez puede ayudar a la
rehabilitación.
La música parece ofrecer
un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar del significado
tal como lo entiende el signo lingüístico"
Emoción, expresión, habilidades sociales, teoría de la mente,
habilidades lingüísticas y matemáticas, habilidades visoespaciales y motoras,
atención, memoria, funciones ejecutivas, toma de decisiones, autonomía,
creatividad, flexibilidad emocional y cognitiva, todo confluye en forma
simultánea en la experiencia musical compartida. Las personas cantan y bailan
juntas en todas las culturas. Sabemos que lo hacemos hoy y lo seguiremos
haciendo en el futuro. Podemos imaginar que lo hacían también nuestros
ancestros, alrededor del fuego, hace miles de años. Somos lo que somos con la
música y por la música, ni más ni menos.
Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico (PhD in
Sciences, Cambridge University). Es presidente de la World Federation of
Neurology Research Group on Aphasia, Dementia and Cognitive Disorders y
Profesor de Neurología y Neurociencias Cognitivas en la Universidad Favaloro
(Argentina), University of California, San Francisco, University of South
Carolina (USA), Macquarie University (Australia). @manesf
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